Preguntas Frecuentes

P: Cuando se dispone a realizar una obra escultórica en piedra, ¿cómo comienza? ¿parte de un diseño preestablecido y busca la piedra, o una vez que tiene la piedra adapta un tema o diseño?

R: Es algo habitual el plantear las elecciones como si fuesen antípodas. Refleja un estado de pensamiento. Lo que usted plantea como actitudes opuestas del tipo "o esto o lo otro" para mí son instrumentos de trabajo. Puedo adaptar la piedra al diseño, o bien buscar aquello que yace oculto en la piedra, según convenga. No consiste en tener una actitud predefinida, sino de ser práctico. Hay quienes creen que el escultor únicamente puede quitar aquello que sobra en la piedra para hacer surgir su forma subyacente.

Eso me recuerda un lego en la materia, que de visita a mi taller, me sentenció esta frase bíblica, como si fuera una novedad nunca oída, y me estuviera haciendo un favor aleccionándome, batiendo su dedo acusador como si fuera un estribillo de tambor mientras la sentenciaba.

Yo respondo que una cosa es creer; y otra muy diferente es saber.

Si cree, pero no sabe, lo aplicará como una muletilla supersticiosa; pero si realmente sabe, utilizará este conocimiento en su beneficio, no como una cosa sacrosanta anquilosada, sino como una idea útil. Útil entre otras muchas ideas útiles.

 

 

P: Al ver algunos de sus trabajos, se nota que tiene una gran paciencia...

R: Yo no lo llamo paciencia. Paciencia es aquello que se necesita para esperar que algo acabe de una buena vez. Si alguien ha acordado una visita a mi taller, y es impuntual, quizá necesite la paciencia. Pero en lo que se refiere a mi oficio, es una vocación, un placer: disfruto de él. Así que no necesito la paciencia. Es como un viaje placentero de una ciudad a otra: mientras viaja, contempla el paisaje, dialoga con otros, aprende; finalmente, si aprovechó el tiempo, al llegar a su destino arriba más sabio que cuando partió. A mí con la escultura me ocurre esto, disfruto mientras veo cómo se va plasmando gradualmente una obra, desde su diseño en papel hasta su finalización.
Al término de esto es una gran satisfacción personal arribar con la obra exitosamente terminada.

En el caso de la joyería y la orfebrería, por ejemplo, mi punto de partida es un diseño, plata virgen y piedra bruta; luego de la intensa labor, he logrado transformar la plata virgen en una pieza de orfebrería y a la piedra bruta en cabuchones coloridos, relucientes y perfectos en su forma, realizando la idea. Es toda una satisfacción no sólo el resultado, sino todo el camino realizado. Es el poder creador en acción visto en la perspectiva de todo el camino recorrido.

"Creación" no es sólo un resultado al final del camino; es todo el camino; incluyéndote a ti mismo en el proceso.

Si una persona necesita paciencia, es porque es impaciente. Ningún impaciente logrará jamás el éxito: pues quiere saltear etapas. Quizá domine más o menos malamente una técnica que le permita hacer, pero carece de dominio del tiempo. Digo malamente pues es imposible alcanzar la destreza en un arte, y menos aún la Maestría, con la impaciencia a cuestas. Si no te conoces, y no tienes dominio sobre tí mismo, sería una casualidad que pudieras dominar lo que está fuera de ti. Es más: el impaciente no sabe hacer, pues no saborea el hacer. Ciertamente, hay en ello una profunda ignorancia sobre la virtud de Hacer. La impaciencia incapacita para el aprendizaje.

 

 

P: De entre todas los oficios que desarrolla, sea tallado en madera, en piedra, joyería, orfebrería, ¿cuál de ellos prefiere o con cuál se siente más identificado?

R: De entre todos prefiero la escultura en piedra. Me gusta porque tiene personalidad. Aunque todos los materiales lo tienen; pero hablando genéricamente, la madera me resulta demasiado dócil, fácil, blanda, demasiado efímera al paso del tiempo. Asimismo, cada variedad tiene un carácter definido. Prefiero el algarrobo y el palo blanco, tanto por su dureza como por su resistencia y uniformidad de veta y color.

La plata, por ejemplo tiene una personalidad arquetípica, pero no individual: la plata de hoy será igual a la de mañana. Es dócil, manejable, el trabajo avanza a la velocidad del trabajo artesanal. Prefiero la plata más pura posible: 950, que toma un blanco brillante.

La piedra en cambio tiene una dura personalidad y una clara individualidad. No hay dos piedras iguales, aunque uno puede estar seguro de que cualquiera será dura y terca. Me gusta así; y establezco un diálogo con ella. Trabajo el material, y el material me trabaja a mí. Para tallar la piedra no hace falta paciencia: hace falta tenacidad, constancia y perseverancia. En ocasiones me es necesario definir ciertos términos para dar una idea del contexto en que actúan.

Llamo constancia a la capacidad de mantener una acción a lo largo del tiempo; por naturaleza toda actividad tiende a decaer en el curso del tiempo, se ralentiza progresivamente. La constancia ejercida por el ser humano es una determinación consciente que contrarresta la acción de la naturaleza: esto es, la decadencia en el tiempo.

La perseverancia es la capacidad de mantener la fuerza, el tono de la acción ejercida.

La tenacidad es la constancia y la perseverancia trabajando juntas, sumada la capacidad de hacer una fuerza intensamente suficiente.

Tallar una piedra puede llevar varios meses de trabajo. Al trabajarla uno tiene en claro el objetivo de la obra realizada, y se dedica con constancia a este logro, teniendo siempre claro el objetivo: esto es constancia. Y todos los días uno aborda el trabajo de manera igual, sin dar muestras de cansancio, fatiga o aburrimiento; uno lo aborda de manera creativa, amigable, dialogando con la piedra y con férreas determinación y pulso: esto es perseverancia. Equipararse a la piedra; esto es tenacidad.

Son tres elementos que trabajan en conjunto: a los lados constancia y perseverancia, como si fuesen los dos mangos de una tenaza; en el centro está la tenacidad que es, más que la tenaza, la fuerza ejercida por la mano misma. Tenemos entonces una tríada, con las fuerzas pasiva, activa y neutralizante.

No es lo mismo trabajar lapislázuli que cristal de roca, o la arenisca. Cada una tiene una personalidad definida y cada muestra también, a consecuencia de sus vetas, sus colores, su pureza y sus imperfecciones.

Me gusta la piedra arenisca: es un material sencillo, a la vez que rudo, abrasivo, pues a consecuencia de tener una dureza ambivalente (gránulos de cuarzo tienen un grado alto de dureza, en tanto que su cohesión es unos grados más baja) que desgasta todo tipo de fresas diamantadas; literalmente se las come. He trabajado piedras finas como turquesa, lapislázuli, malaquita, rodocrosita estalactita, cuarzo hialino, onix negro, etc. pero a esta altura de mi camino me interesa este material menos pretensioso pero que a la vez posee una gran plasticidad y expresividad. Es de apariencia rústica, pero ello no impide que esta rusticidad aparente se transforme en trazos extremadamente refinados. Tiene un color y aspecto agradable a la vista, en tanto que al tacto es áspera. Vale por lo que contiene (aquello que se le ha grabado) y no por sí misma. Es monolítica, y sea cual fuere su tamaño, aunque no mida más de 30cm. su peso y su presencia no pasan desapercibidos. Es fría, y a la vez irradia calidez expresiva. ¿Qué más puedo decir? es un espejo en el que me reflejo. He realizado mis mejores trabajos en esta piedra, y también mi Obra Maestra.

Hay un punto que quisiera destacar y que considero no menor a la hora de realizar una obra: el diseño. Me gusta diseñar, y creo que lo hago muy bien. No hablo del diseño según el gusto del público, para que quede lindo; sino del según mi gusto y del mensaje que busco transmitir. Una obra sin mensaje es una obra muerta; y cuanto más importante es el mensaje, tanto más importante es la obra.

 

 

P: ¿A qué llama Obra Maestra?

R: Habitualmente se llama obra maestra a aquélla que es representativa de la maestría en el oficio de su autor. A veces se confunde maestría con el acabamiento formal, con la acribia técnica; esto es un velo de ignorancia, que oculta el verdadero sentido de la Obra Maestra. Para mí, la Obra Maestra toma un significado más Tradicional. Cuando hablo de "tradición" me refiero a la tradición milenaria, pautas de conducta universales que se remontan hasta los inicios del hacer (ser) humano. Nuestra civilización occidental ha olvidado lo que significa la palabra "Tradición" pues ha despreciado a sus ancestros, de quienes heredó su "progreso", olvidándolos. Tradición es arraigo, es una cadena, un hilo conductor que une a través del espacio y del tiempo a los que hacen un arte.

Primero, es un hito que marca el fin del discipulado y el comienzo de la maestría.

Segundo, se deriva entonces que la obra maestra no es necesariamente la mejor de la producción en el sentido estético, sino que se trata de una cuestión de profundidad.
De la habilidad de transmitir un mensaje propio mediante el dominio total de un arte.

Tercero, es una cuestión de capacidades personales: hay distintos niveles de maestría. La Obra Maestra, con mayúscula, es un espejo que muestra el nivel del ser del artífice en su plenitud expresiva, tanto en el momento actual como en todo su potencial. No es una cuestión de comparaciones; un verdadero maestro no envidia a sus colegas; se ocupa de sí mismo, admira a los que están por encima de él y aprende de ellos, y alienta a quienes lo sigen. Es una cadena. El Arte Verdadero es una manifestación espiritual.

 

 

P: ¿Cuánto tiempo le lleva hacer un diseño? ¿Un día, o más?

R: No es una cuestión de medir en tiempo de días u horas. La creatividad es una actividad constante. No es algo que uno pueda decir: "ahora voy a crear" o "ya terminé mi trabajo, ahora me voy a diseñar" como si se tratara de obrimir una tecla de luz prende-apaga. Es estar siempre atento y despierto a lo cotidiano. Es una actividad que se fomenta desde la constancia y la permanencia en un objetivo. Si uno busca ser creativo, ese objetivo debe mantenerse, teniendo al menos una discreta presencia en la mente. Digo "discreta" pues no se trata de hacer de ello una obsesión del tipo: "Oh, qué tragedia, las musas hoy no están conmigo" "No haré otra cosa hasta que se me ocurra algo". Esa preocupación forzada no hará llegar la inspiración. Se trata de perseverancia y constancia infatigables, y espíritu renovador. A paso lento como el camello, pero firme y constante.

Ciertamente que para el diseño hace falta formación e información. Aquellos que carecen de una o de ambas, sólo expresarán sus inquietudes y avatares psicológicos, o su pensamiento asociativo elemental en acción. A veces a esto se le llama arte.

He elegido con precisión la palabra avatar. Es un término sánscrito, que alude a la manifestación en el mundo de una entidad sutil mediante una cierta forma, que utiliza como un medio para actuar. No son pocos los que al expresarse plásticamente revelan sus inquietudes interiores. Conflictos internos, confusiones, situaciones que en fin,
no aclaradas consigo mismo. Hay quienes valoran esto, pues tienden a apologizar el sufrimiento. Allá ellos. A veces uno puede leer sobre lo plasmado como si fuese un libro abierto.

Para mí, el Arte es una manifestación de la conciencia; y no una manifestación del subconciente. El subconsciente, un descubrimiento relativamente nuevo, ha sido sobrevalorado y sobredimensionado a causa de su novedad por un lado, y por la disminución de conciencia por el otro. Conciente y subconciente están contrabalanceados: quien es conciente de sus actos tiene un subconciente poco influyente, mas bien diría que es un buen colaborador; quien no está conciente tiene un subconciente dominante. La psicología ha ignorado esto nivelando por lo más bajo; considerando a los humanos como cobayos de Pavlov; pero esto es tan absurdo como afirmar que todos los bíceps tienen la misma fuerza y el mismo tamaño en todas las personas.

La formación hace a la idoneidad y directriz en el oficio; la información difersifica y enriquece la actividad. Se cuenta con más material de inicio, de despegue, de erudición e ilustración. A su vez la experiencia, la personalidad y las inclinaciones del artista recombinan y crean novedades. Es cierto que para que no resulte en una mera recombinación insípida de materiales pasados hace falta un espíritu en desarrollo.

En lo personal, hay obras que me han llevado meses o años diseñarlas. En una ocasión recibí un trozo de lapislázuli de 1 1/2 kg. aproximadamente, de muy buena calidad. Quería aprovecharlo en su integridad, haciendo una obra de una sola pieza. Estudiando su forma, su superficie veteada, me preguntaba qué podría subyacer en ella. Puse la piedra en un ángulo de mi mesa de trabajo. Recién me iniciaba en el tallado tridimensional en piedra, esto fue por 1989.

Todos los días me daba cinco minutos para estudiar la piedra; la tenía entre mis manos, la sopesaba, la medía, me preguntaba qué imaginaba. A veces no la miraba en un mes. Pero siempre estaba ahí, recónditamente presente.

Así pasó una semana, un mes, un año, un año y medio. Un día apareció la imagen, hice los planos y la tallé en un mes y medio.

Lo que tiene esta obra es un despliegue de habilidad y destreza para tallar todo un jarrón en una sola pieza, con muchos espacios huecos, lo cual implica además tallar desde dentro (y pulir a espejo) con figuras volantes que apenas se sostienen por unos pocos puntos de contacto, elevando un jarrón casi en el aire. Y a pesar de ello tiene estabilidad. No es una obra de mensaje; es una obra de técnica. Fue una etapa en mi aprendizaje

Lo que quiero ejemplificar con esta anécdota es el hecho de que no sólo el diseñar, sino en toda actividad que uno realiza, uno debe poner determinación, constancia y perseverancia. No se trata de obsesionarse con algo, ni de tener paciencia; sino de mantenerlo sutilmente en el tiempo, sin que se torne una pesada carga. Uno tiene un proyecto a mediano o largo plazo, y uno periódicamente lo mira, lo estudia, conoce un poco más acerca de él. Lo importante es avanzar, aunque sea un milímetro diario; un paso de hormiga. Al cabo de un tiempo esos mínimos pasos se van sumando y cuando mira hacia atrás ha recorrido un largo trecho.

Más importante que proponerse grandes objetivos es proponerse pequeños objetivos alcanzables, objetivos que están a la altura de las propias capacidades.
El alcanzar y lograr estas metas van dando más fuerza, y así se hace el ascenso.

El diseño es fundamental en una obra. Un mal diseño no dará por resultado una buena obra, por mejor que se trabaje. Por ejemplo, mi obra Quintaesencia me llevó tres años de diseño. Comenzó con unos garabatos que para mí tenían un profundo sentido simbólico. Y progresivamente fue tomando forma, en función del estudio de sus líneas, de la contemplación y de la inspiración. La tallé en unas pocas semanas.

El creativo es una persona que está constantemente a la caza de nuevas ideas. Uno debiera tomar el ejemplo del lobo, que es un excelente cazador. Ninguna presa se le escapa; pues aunque no corre demasiado rápido para cazarla, le gana a las más rápidas por cansancio: puede correr a 30km/hora durante dos o tres días seguidos, sin parar.

 

 

P: Recién mencionó la inspiración. ¿Que es para usted la inspiración y en qué se inspira para su obra?

R: Es un término que se usa quizá en demasía. La mayoría imagina que la inspiración es algo que surge en el artista de tanto en tanto, y que cuando arriba lo posee de manera emocional; que se le prendió la lamparita, y se le ocurrió algo que no sabe de dónde vino. Hay quienes piensan que inspiración es un arrebato emocional, mediúmnico. Todas estas afirmaciones son válidas, pero me recuerdan a la descripción por los ciegos del elefante.

Para mí, la inspiración no surge de una emoción pasional. Surge de una actividad constante basada en la contemplación. Es necesitar y pedir creación. La inspiración es angélica. La inspiración es Divina. La inspiración es la manifestación de funciones superiores de la mente.

Ciertamente, la inspiración no arriba en medio de la pereza. Uno debe estar trabajando en su laboratorio. Podría haber utilizado la palabra taller en el sentido de que me dedico a la talla de materiales, pero la primera tiene mayor profundidad: labor significa trabajo, y oratorio significa oración, rezo: "Ora et labora" decían los alquimistas medievales.

El trabajo no es un trabajo de burro, como burro cargador de libros; el trabajo humano
es una actividad dinámica, creativa, renovadora, vivificadora, transformadora, en donde participan todas las funciones intelectivas, emocionales y psíquicas el artífice.

La inspiración es como una suave lovizna que baja del cielo. Si cae sobre terreno árido, ello no implica que surgirá la vegetación. La tierra tiene que albergar semillas, para que germinen con la lluvia. Sin simiente nada brotará. De igual manera, la inspiración en un lego en la materia de poco le sirve; no sabrá cómo aprovecharla. Es necesario tener formación, información, oficio; para poder y saber aprovecharla.

La formación y la información, o sea el conocimiento, son determinantes para el aprovechamiento de la inspiración, pues representan la inclinación del artífice a expresar una cierta categoría de cosas o cualidades que él reconoce como existentes y relevantes para su vida. Para dar un ejemplo, quien guste de la naturaleza se expresará acerca de ella. Quien ama algo lo recuerda de continuo.

En lo personal he pasado por diversas fuentes de inspiración. Aunque mi tendencia ha sido buscar siempre un orden superior. Cuando trabajaba en base a una idea o tendencia siempre tenía presente que más adelante podría ser un poco más sabio, con lo cual podría superar la apariencia que me atraía para llegar a la causa de esa apariencia. Esto obviamente implica un choque, que no todos están dispuestos reconocer, pues implica la erradicación de antiguas creencias y su sustitución por otras nuevas de mayores miras, empequeñeciendo lo anterior.

Con frecuencia la inspiración se busca fuera de uno mismo, quizá en estilos ajenos a la propia esencia del artífice o en ideas inducidas, o en modas. Yo he llegado a otro lugar, en donde contemplo desde mi interior. Me inspiro en las ideas arquetípicas, en los símbolos genuinos, en la geometría contemplativa, en los arquetipos permanentes. Para entender a qué me refiero, puede ver la reflexión sobre señal, signo y símbolo.

 

 

P: ¿Cuántas horas dedica a su taller? ¿Trabaja cuando tiene ganas, o con cierta frecuencia?

R: Trabajo todos los días, de lunes a sábado, mañana y tarde, hasta las 20hs. Tengo mi taller y también enseño; vendo también herramientas para artesanos. Es un taller, y también es un lugar comercial. Así es la vida. No lo asumo como una modalidad: "ahora voy a ser artista", o "ahora voy a ser creativo", "ahora voy a ser comerciante", "ahora voy a ser maestro" o "ahora voy a contemplar" como si fuesen actividades excluyentes e irreconciliables. Soy todo eso, cuando voy y cuando vengo. A consecuencia de mis muchas actividades tengo que administrar muy bien mi tiempo. Cinco minutos pueden ser muy valiosos para mí...si los pierdo, no los vuelvo a recuperar.

 

 

P: Una cosa es trabajar por el vil metal, pero otra es trabajar en por el arte...

R: El dinero es vil si se gana vilmente. El dinero ganado honestamente es un dinero noble. El dinero es un combustible. Lo necesito para pagar el teléfono, la luz, el gas, las compras, los impuestos...ninguno acepta trueque. Trabajar por dinero es sólo una faceta, un aspecto. Trabajo porque me gusta mi oficio, y porque no me gusta la vida de vago.

La vida actual exige mucho de uno, más de lo que uno está dispuesto a dar de buena gana. Pero una persona fuera del sistema es una persona librada a la suerte; mejor dicho:
a la mala suerte. Lamentarse en un húmedo y oscuro rincón, lloriconamente, de que este sistema es insensible e impersonal, que fomenta la creación de autómatas humanos consumidores de todo tipo de cosas innecesarias o de necesidades artificialmente creadas, mientras ignoran otras que realmente necesitan, es una pérdida de tiempo; hay que asumir que el mundo es así, y que así nos toca vivir esta época. La posibilidad yace en que hay que estar en el mundo, sin ser absorbido por él. Hay que hacerse un espacio para la vida interior.

En lo que se refiere a la ejecución de una obra, la encaro como ya he dicho, con constancia. No es algo que diga: ¡Uf, me cansé, me tiene harto, la dejo para dentro de
tres meses! Yo soy un profesional, y mi enfoque también lo es. Pero si alguien viene
y me encarga algo que me resulta desagradable, sea por el material a emplear o por un diseño repulsivo o kitsch, no lo tomo. Mi profesionalidad también tiene un límite.
Hago aquello que me gusta.

 

 

P: ¿Qué hace en su tiempo libre, tiene alguna afición?

R: El tiempo libre existe desde la industrialización, cuando surgió el trabajo esclavista de las masas. El tiempo libre bien empleado es ciertamente una necesidad y algo recomendable en estos casos. Estamos en un mundo llamado Tierra, a inicios del tercer milenio; es así. Tener un hobby puede resultar muy útil y sano. Quien trabaja en lo que le gusta, no tiene un hobby escapista. No se me ocurre qué haría si tuviese un hobby. Probablemente lo emplearía tallando. El tiempo libre lo empleo en mi vida personal.

 

 

P: Usted dijo que en los últimos años se ha interesado por la filosofía. ¿A qué se debe esto? ¿Está cansado quizá su trabajo y es una forma de escapismo?
¿Está buscándose a sí mismo?

R: Ni en lo más mínimo. La filosofía es la más alta aspiración humana. Ningún otro ser en la tierra puede filosofar. Filosofía es el amor a la sabiduría. Es más: aspirar a ser sabio no es pedantería ni vanagloria, como muchos creen, indoctrinados por la ortodoxia judeocristiana. Recuerden que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso por comer del árbol que permitía discriminar entre el bien y el mal, adquiriendo sabiduría divina.
De alguna manera esta historia yace en el subconciente colectivo cultural, y es perniciosa. Se agrede o se teme al que sabe; en realidad hay que respetarlo; tomar su ejemplo, y si es posible, emularlo.

De esto hablo desde la experiencia. Hice la escuela primaria en un establecimiento católico, con parroquia y cura incluídos. Había una directora, pero la última palabra en todo a fin de cuentas era del párroco. En esta escuela se adoctrinaba, entre otras cosas, que saber mucho era ser sabihondo: era un pecado, pues era pretender ser más inteligente que el resto, era querer ser superior a los demás, decían; era una forma de arrogancia. Si alguien descollaba, se le decía a los demás compañeros que fulanito era sabihondo: era el anatema. Había que tener buenas notas, eso sí; pero sólo tenías que saber lo que te enseñaban; si insistías en saber de más, el cura te citaba a su oficina para aleccionarte sobre la humildad. Visité varias veces al cura. Qué paradoja, que en un establecimiento de enseñanza no te alienten a saber. El resultado fue que cuando comencé la secundaria en el Liceo Nacional, mi nivel era paupérrimo: no tenía habilidad de comprensión de texto, ni habilidad para manejar razonamientos matemáticos, y era de los últimos de la clase. Me llevó un año alcanzar al resto.

Continuando, la filosofía no es un escapismo. Yo no le escapo a nada. Qué cosas extrañas se le ocurre preguntar a la gente. Ha enriquecido mi obra, dándole sentido expresivo y de mensaje. Trabajo más y mejor. Tampoco estoy buscándome a mí mismo; ya me he encontrado. Lo que sí ocurre es que aprendo de mí mismo, y de los demás; y soy conciente de lo poco que sé, y de lo poco que llegaré a saber en toda mi vida, desde mi condición humana, y por mis limitaciones humanas. Pero pienso que más que saber mucho, lo que realmente importa es saber aquello que para uno es real y funcionalmente importante y útil para uno. Y por supuesto que además de las necesitades comunes a todos los humanos, también hay necesitades individuales, propias de cada uno.
Lo que puede ser una rueda para ti, puede ser un rayo atravesado en la rueda de otro.

Saber lo que uno debe y necesita saber; lo demás es un accesorio, que incluso puede llegar a convertirse en lastre.

Jorge Lupin
Junio de 2004