¿Cuál es el Sentido de la Vida?
   
 
Por Jorge Lupin
   
       
 

Una de las características del ser humano es el estado de pregunta. Tiene inteligencia para formularse preguntas, pero poca para respondérselas. Su inteligencia le juega malas pasadas, momentos crueles, haciendo preguntas que es incapaz de responder. Es nuestra tragedia griega: nuestra inteligencia está a mitad de camino. Hemos preguntado y hemos oído esta pregunta y otras similares muchas veces. En realidad, la pregunta, que atávicamente surge de una genética ancestral, es un monólogo del que todos formamos parte.


Uno debería tener un espacio razonable para la pregunta. Más allá de esto, una pregunta sin respuesta debería ser reemplazada con una decisión, con una determinación. Uno debería diferenciar entre preguntar y ser sanamente curioso – lo cual es maravilloso y desarrollante – , y entre la pregunta y la duda, y entre la pregunta y la indecisión. Doy por sentado que quienes leen esto entienden la diferencia. Un estado de pregunta constante, sin respuestas, paraliza.


También, si una pregunta está mal formulada no se obtendrá respuesta alguna, o no será satisfactoria. Hay que aprender a preguntar. A veces también, en vez de llenarse la cabeza con preguntas, uno debería dejar de preguntarse y prestar atención a lo que le rodea; tal vez está allí ocurriendo algo más interesante, quizá la respuesta ha pasado frente a nuestras narices repetidas veces, y ni noticia.


La pregunta “Cuál es el sentido de la vida” es, en sí misma, abrumadoramente trivial y desesperante a la vez que tremendamente amplia. Tanto como inabarcable, incluso inconcebible. Es un concepto demasiado grande para nuestra mente.


Podríamos comenzar tomando la palabra “vida” como un objeto, una señal. De este modo, podríamos responder: Hay muchas formas de vida. Hay vida microscópica, animal, vegetal; la vida ha existido por muchos eones en la tierra, y es altamente probable que siga así. También es muy probable que exista vida en otros mundos, por ejemplo vida microscópica en Marte. Es muy probable también que el universo entero esté lleno de planetas con vida. Incluso, es problable que el concepto “vida” sea mucho más amplio de lo que suponemos, de hecho basta investigar un poco para descubrir que las gentes aún no se ponen de acuerdo siquiera en este concepto.


Por lo tanto buscar un “sentido” a esto es imposible, dada su diversidad, multiplicidad, amplitud, sutileza y profundidad, y lo digo citando sólo algunas cualidades.


La pregunta puede ser formulada de otro modo: desde “Cuál es el sentido de la vida” en torno al significado, desde la perspectiva humana, que a fin de cuentas es la que nos importa. Todos nos hemos hecho al menos una vez esta pregunta pues nos pasan cosas y vemos pasar cosas que nos conmueven. Pero aquí tampoco hay mucha respuesta para encontrar. Algunos dirán que la vida es una maravilla, y en el otro extremo dirán que es una desilusión, incluso una porquería. Otros dirán que aproveches el ahora, y otros confiarán temerosamente en bonos pagaderos a fecha incierta sobre una vida futura. Y puede que todos estén en lo cierto.


También puedes ir hasta el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, pararte frente al esqueleto del Tiranosaurio y preguntarle: “¿Cuál es el sentido de la vida?”


Y esta pregunta, cuando se formula desde el punto de vista filosófico del preguntar por preguntar, como una metáfora, la llamo una pregunta holgazana. Es el tipo de pregunta que surge mientras uno está pasando el tiempo sentado en un sillón amodorrado como un gato, o entre nubes de humo en charlas de café. Es también el “no somos nada” que se repite en los velorios y del que nuestro lenguaje no nos permite tal afirmación: porque si no somos nada, quiere decir que algo somos. Y si dijéramos "somos nada" también sería un absurdo, porque la nada ,ontológicamente hablando, no puede ser; pues si fuera sería entonces algo.


Generalmente uno no está dispuesto a asumir fácilmente sus propias responsabilidades y errores. Por ejemplo alguien está usando algo, y se rompe. “Se rompió” dice. Se rompió es impersonal y así elude su responsabilidad; “es una porquería” por eso se rompió, serviría como excusa . Bueno, uno debería preguntarse si es así o si se debió a otra causa. Tal vez la encuentre y diga: “la culpa fue tuya” . Porque uno encuentra aquello que busca, y lo que uno no busca o no quiere encontrar no lo encuentra: podría ser un falso pretexto o una certeza, pero esto último sólo sería posible ante un cierto grado de sinceridad o porque alguien se tomó el trabajo de ponérselo frente a su cara.


Si prestaste un objeto a alguien, y ese alguien te lo devuelve roto no aceptas esta excusa. Dirás: no, no se rompió, lo rompiste. Y el otro luego de un forcejeo verbal a lo sumo admitirá: “bueno, se rompió mientras lo usaba, o se rompió cuando lo rocé y cayó al suelo” o “lo tomó fulano y lo rompió”; a lo que uno dirá “a fin de cuentas la responsabilidad era tuya, estaba a tu cargo: yo te lo dí a ti, y no a otro” . Pero bastante pocos asumirán la responsabilidad diciendo: “lo he roto yo mismo”.


Y en este tenor, “¿Cuál es el sentido de la vida?” es una pregunta impersonal, holgazana y liberada de toda responsabilidad.
Tal vez uno debería hacer unos “pequeños” cambios a la frase y preguntarse:


¿Cuál es el sentido de mi vida?


O bien:
¿Mi vida tiene sentido?
¿Le he dado un sentido a mi vida?
¿Puedo darle un mejor sentido a mi vida?
¿Cómo puedo darle un mejor sentido a mi vida?


O bien:
¿Siento mi vida? en el sentido: ¿soy consciente de ella, la disfruto, aprovecho el momento que me toca vivir?
¿La vida me siente a mí? en el sentido: ¿me integro a la vida a de mi entorno inmediato, mi familia, hijos, vecinos y la sociedad en general?


Tal vez, en la práctica de estas últimas dos preguntas, se halle la clave para encontrar las respuestas para las demás.


Pero la respuesta es válida para ti y sólo para ti.

Paz.

   
 

Jorge Lupin
Mar del Plata, 25 de Agosto de 2009