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Capítulo 4 Símbolo
A pesar de que la categorización en señal, signo y símbolo es capaz de comprehender toda significación y proceso cognitivo en lo que concierne a su capacidad de representatividad, quedaría pendiente de explicar la naturaleza del ornamento; pues debido a su profusa aplicación éste parecería tener independencia propia. Por otra parte, hay quienes podrían pensar que el ornamento es símbolo; cuando en verdad no siempre es así. Primero veamos la naturaleza del ornamento, y luego lo compararemos con el símbolo. Las obras artesanales o de arte generalmente son ornamentales o están ornamentadas en alguna forma. La palabra ornamento viene del latín ornamentum que significa honor, distinción, arma, armamento, instrumento, equipamiento, decoración. Frecuentemente
los oficios manuales recurren como fuente de inspiración para
la decoración de sus obras a la ornamentación surgida
generalmente de la arquitectura, como indígena americana, egipcia,
hindú, oriental, clásica o del renacimiento; aunque sólo
se asume como un recurso o excusa para su embellecimiento; quedando
reducido a una mera función de adorno, "para que quede lindo".
Cuando se han perdido u olvidado los orígenes del ornamento, la decoración deviene en sofistería ignorante del contenido y función de la obra. Así, el ornamento queda despojado de su función primordial que es servir como símbolo para expresar por medio de imágenes un concepto o conceptos de naturaleza ética, moral, social, cultural, religiosa o filosófica; y en donde la estética no es el fin, sino el medio expresivo a través del cual la finalidad última es transmitida. No se trata de excluir el embellecimiento, sino de utilizarlo originalmente sabiendo qué se está diciendo al emplearlo. Quien quisiera trabajar creativamente con él debería intentar adentrarse en su idioma alegórico. Pues no es posible crear, caracterizar, proporcionar armónicamente, atribuir y dar un mensaje si no se entiende su origen, su contenido ni los criterios a través de los cuales éste se expresa, desarrolla y puede ser modificado. El Arte tiene la dimensión del ser humano: es arte es conciencia, con ciencia. Sin este inicio sólo se trata de una repetición mecánica y sin conocimiento, y sus resultados pueden ser no sólo errados, sino contrarios a la función del objeto anfitrión. Es como pretender cantar en otro idioma sin saber hablarlo ni saber qué se está diciendo. Hace unos meses tuve ocasión de ver un juego de vajilla en cerámica esmaltada que había sido decorada en sus bordes con una colorida y simétrica guarda azteca: lucía bien, pero se trataba de una guarda fúnebre aplicada en los escudos de guerra, que simbolizaba una vida de ultratumba a modo de decirle al enemigo: "te voy a enviar a este lugar..."; evidentemente el artesano ignoraba el sentido, y temí que mi observación no le agradara. Nadie en sus cabales y a sabiendas adornaría un plato en donde se sirve la comida con semejante ornamento. Los símbolos son el lenguaje universal que supera la barrera de los idiomas, formando parte del arte tradicional. Su contenido es metafísico, es decir que trasciende a la forma que lo alberga. Cualquier obra de arte antiguo, sea un objeto religioso, una columna clásica, las pirámides de egipto o de Centroamérica, los ornamentos de un escudo, los arreos del caballo, los vitrales de una catedral gótica o el bordado de una alfombra, tienen o han tenido un significado o razón de ser que está por encima del material que lo constituye, la necesidad vital que satisface o el placer que produce: El de reforzar la función del objeto y servir como recordatorio de que toda forma está impregnada de sutileza, y que lo trascendente se escabulle entre las apariencias. El ornamento entonces tiene una presentación figurativa y alegórica, y necesita de un ámbito que le sirva de soporte, pues su función consiste en realzar, enfatizar o embellecer a aquello sobre lo que se sostiene; pues la función del ornamento no es independiente en sí misma, sino que la razón de su existencia está en función del entorno que le sirve de anfitrión y al cual está referido, adorna y decora. Estudiemos, por ejemplo el acanto, ornamento vegetal de origen griego aplicado al capitel corintio, y adoptado posteriormente por los romanos. En la actualidad se supone que el acanto es la estilización de la planta acantus mollis; ciertamente hay modelos de acanto basados en esta planta mediterránea, pero en la mayoría de las obras clásicas mas bien parecen hojas de perejil. El acantus mollis crece como un macizo compacto; en cambio el perejil se asemeja en mucho al estilismo ornamental no sólo en su hoja sino también en las volutas que dibuja su tallo. En principio podría entenderse como una estilización helenística heredada de la hoja de palma egipcia; pues es sabido que los griegos tomaron muchos elementos del egipto de su tiempo. Podemos aventurarnos un poco más allá, y descubrir que en el siglo V a.C. la rizada y bulbosa hoja de acanto ornamental mantiene una gran similitud con la hoja del perejil, el apio y el coriandro, plantas de la familia de las Umbelíferas. El apio (Apium graveolens) recibía en griego antiguo el nombre de sélinon. El perejil recibía el nombre de petroselinon, que quiere decir apio de las piedras. El perejil se caracteriza por su capacidad para crecer casi en cualquier parte, abigarrado, imponiéndose a las duras adversidades del suelo, pudiendo crecer hasta entre las piedras. En este sentido, la ornamentación con acanto representaría la capacidad de resurrección y vivificación ante la adversidad, el triunfo sobre las dificultades. El perejil
era utilizado como condimento, aunque los chinos reconocían en
él propiedades medicinales. Del coriandro, se conoce desde hace
por lo menos dos mil años, y desde oriente hasta occidente, sus
numerosas propiedades curativas. Quizá el símbolo también
quiera representar este aspecto restaurador. De aquí
que, como corolario, se ve que este modelo de símbolo-ornamento
sufre una variación interpretativa según el transcurrir
del tiempo y los cambios culturales, pues su diseño e interpretación
están basados en pautas generadas por la sociedad. |
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Acantus Mollis |
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"Acanto" Perejil |
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El mismo término acanto, podría en el idioma italiano encontrar su misma razón de existencia: accanto significa: adosado, adherido, adyacente. Y ciertamente, el ornamento del acanto, esculpido en piedra, (evocante del apio de las piedras) siempre está adosado a las columnas y muros de toda edificación clásica. Un sinónimo de ornamentar puede ser decorar, el cual viene a cumplir la misma función. Si se eleva a alguien en rango, o se le otorga una distinción, se le con-decora; que viene a ser lo mismo que ornamentarlo. El ornamento de por sí no tiene independencia; aunque su mensaje pueda ser simbólico, está supeditado a decorar al objeto anfitrión. El símbolo en su forma más pura, en cambio, tiene plena independencia y no necesita para cumplir su función de un elemento externo que le sirva de soporte; pues de por sí solo cumple acabadamente con toda su función para la cual ha sido diseñado. Ambos géneros pertenecen a la categoría de símbolos; pero debe saberse que los símbolos tienen grados de ser, funcionalidad y jerarquía en lo que se refiere al universo de símbolos, los cuales están organizados según la función cognitiva implicada para su reconocimiento y utilización por parte del ser humano. Cuanto más elevada y profunda la función cognitiva empleada, y cuanto más niveles cognitivos sean empleados, más trascendental será el símbolo. En esta escala el ornamento ocupa los grados más bajos, debido a su simplicidad y falta de independencia. Los grados más altos son ocupados por la Geometría Sagrada, que es el ámbito en donde el símbolo se despoja de su apariencia figurativa para expresarse en un idioma que excede la explicación y sólo puede ser accedido mediante la experiencia; pues cala muy hondo en el subconciente, en las profundidades de la mente, y a muchos niveles cognitivos. Algunos de estos niveles sólo son perceptibles mediante la experiencia Mística, si se quiere llamar así. El símbolo basado en la geometría sagrada no busca embellecer nada material, sino mostrar epifánicamente algún aspecto de la divinidad. Si considerásemos al símbolo como un factor de embellecimiento o de representación de cualidades, diríamos que el ornamento adorna, embellece o jerarquiza los diversos grados de materialidad, o mejor dicho: los diversos grados de existencia; y que la geometría sagrada manifiesta los grados de Belleza, Trascendencia Absoluta y Majestad del Absoluto, facilitando un puente entre el contemplador y El Contemplado.
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