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Capítulo 4 Símbolo
Símbolo
deriva del griego antiguo sumballo, que significa "correlacionar,
corresponder, poner a la par una cosa con otra". Aunque
se manifiesta en el mundo material mediante una forma, sea ésta
de índole sonora, táctil, visual, etc, mediante un imago,
apunta hacia la psique del ser humano, y por extensión, hacia
el mundo de las ideas o de aquello que concibe como trascendente a lo
material. No apunta hacia la contingencia, que es la finalidad de la
señal; tampoco apunta hacia la mera intelección, idónea
para manejar imágenes o signos; sino hacia aquello que la mente
intuye como verdades o ideas eternas arquetípicas, o dicho en
otras palabras, está para ser sentido, en el más alto
umbral de la comprensión humana. El
símbolo es como un mensajero que habla a la vez dos idiomas,
o que presenta dos rostros: uno está orientado hacia lo trascendental
y sublime; el otro rostro está orientado hacia la humanidad,
que es el contexto hacia donde el mensaje trascendente se transmite;
el mensaje es transmitido no en los términos puros de la sublimidad,
sino que en principio está adaptado al entendimiento humano,
y luego readaptado o rebajado al entendimiento de los individuos o la
cultura a la cual se transmite a fin de poder ser comprendido y asimilado.
Si la humanidad pudiese ver la Realidad en su Seidad, no tendría
necesidad alguna de símbolos, los cuales son sus espejos. En primer lugar, para interpretar un símbolo de una cultura X se debe estar familiarizado con sus signos, sus escrituras, y en particular sus escrituras sagradas, pues éstas aportan el contexto cosmogónico en el cual el símbolo o los símbolos se desempeñan e interactúan en dicha cultura y su comprensión del cosmos. Se debe conocer el idioma. Esto conlleva una gran cantidad de esfuerzo y estudio acerca de toda la información básica indispensable y pormenorizada para la interpretación simbólica de una cultura. Pretender estudiar en profundidad los símbolos de una cultura sin sumergirse en la cultura misma, pretendiendo estudiarlos asépticamente desde una cultura ajena, resulta en un injerto que no dará frutos. En segundo lugar, la interpretación del símbolo requiere que el proceso intelectivo sea desempeñado por ambos hemisferios cerebrales. La cultura Occidental en contrario, sólo favorece el desarrollo del hemisferio derecho, intelectivo-asociativo, a costas o desmedro del izquierdo, el creativo, intuitivo o inspirado. En verdad ninguno es mejor que el otro; ambos son necesarios; la prevalescencia de uno sobre otro indica una falencia, y en casos extremos una hipertrofia. Cuando percibimos un símbolo, y entiéndase bien que hablamos de un símbolo genuino, y no de uno inventadito por algún ignorante, tenemos que tener en cuenta que éste ha sido creado por una mente equilibrada y desarrollada. Cuando percibimos un símbolo, lo percibimos en varios niveles de profundidad intelectiva, y por medio de los dos hemisferios, y ambos hacen una lectura de ello, en el idioma y en el tono que les es inherente a cada uno. De no mediar una comunicación fluida tanto en profundidad cerebral como entre hemisferios, el intelecto no puede comprender la emoción, ni viceversa, pues no hay red neural que lo permita, ni experiencias previas que sirvan de soporte para el reconocimiento de tal capacidad. De prevalecer el hemisferio derecho, lo emotivo o intuitivo es desechado, y se tiende a analizar el símbolo como si se tratase de revisar las piezas de un mecanismo, desarmándolo todo y privándolo de funcionalidad holística; o de asociarlo intelectivamente con otras cosas semejantes en forma, aunque la relación sea evidentemente absurda. Para el caso del desarme de las partes, es necesario destacar que un símbolo es ante todo una obra de arte armoniosa, y cuyo diseño surge de una mente consciente e inspirada, y que necesariamente es maestro en un arte expresivo del sual se vale para revelar el mensaje: tanto en sus partes como en el todo; y que posee un alcance holístico, en el cual la suma de las partes no es igual al todo, pues la armónica coexistencia entre partes produce un todo cualitativamente superior, el cual no es "otro elemento compositivo más" sino una entidad emergente del conjunto. En ocasiones los símbolos son estudiados como analogías, utilizando para ello el pensamiento asociativo, comparándolos con otros, ignorando el marco referencial en el que fueron diseñados, cosa fundamental. Otras veces se intenta ver en el símbolo una referencia en abstracto sobre un objeto material, pretendiendo interpretar al símbolo como si se tratase de una señal, de manera iconográfica. Pero el símbolo no representa apariencias, sino que representa esencias. Permite conocer a lo referido en el marco del sentir; es una experiencia. Interpretarlo desde la apariencia es rebajar la profundidad cualitativa del símbolo, al manejarlo como un signo. Un símbolo puede evocar un objeto material, pero desde sus atributos, sus cualidades; quizá coincida con su forma, es decir iconográficamente con el objeto designado; pero no es condición necesaria. He podido leer más de una vez, cuando se estudia una espiral grabada en piedra, en las pareces de alguna cueva, o en lo alto de un cerro, sea Celta, o Inca o Azteca, que se trata indudablemente de "un símbolo cósmico, indicando un lugar de observación astronómica" pues se asemeja a una galaxia en espiral. Esto más bien revela la ignorancia del intérprete. ¡Sólo para nuestra cultura moderna, que ha visto una galaxia por el telescopio, podría tener tal significado! Quizá el símbolo sólo indicaba: "Éste es un buen lugar para echarse una fumada" con algún psicotrópico, por supuesto. En una ocasión conocí a un inexperto joven muy dedicado al uso de hongos y otros alucinógenos utilizados por indios del norte argentino. Había hecho contacto con alguno de ellos y llevaba consigo un talismán de madera colgado en el cuello, con un símbolo grabado que supuse característico de alguna tribu, que consistía en un par especular de doble espiral, probablemente utilizado como señal identificatoria de pertenencia al grupo. Su grafía describía en su significado y su simbolismo el resultado de la utilización del psicotrópico, un humo el cual al ser inhalado por la nariz produce un estado alucinatorio. Las espirales inferiores representan las fosas nasales y las superiores representan los ojos, alucinados en un shock de desvarío visual. En otro nivel interpretativo podemos interpretar la doble voluta superior como dos volutas de humo ascendiendo por las fosas nasales, y otro nivel referido a la doble voluta en un sentido ceremonial, por el hecho de que estos estados alucinatorios eran y son practicados en grupo y no individualmente. En otro nivel interpretativo, las dos volutas superiores representan los hemisferios cerebrales, que al ser afectados por el alucinógeno sufren una interrupción de la comunicación interhemisférica. Esto se aprecia en que ambas volutas hacen un desarrollo bifurcante, centrípeto hacia el centro de cada hemisferio, marcando esta alteración, es decir un estado de alteridad, alterado. Lo dicho hasta ahora es una interpretación de los signos, es hallar una significación en el diseño. La conjunción de todos estos niveles interpretativos formando una idea completa de lo descripto, contribuye a hacerse una idea de lo que es un estado de alteridad alucinatoria, a hacerse una idea de cómo se siente la experiencia. Esto es la interpretación del símbolo. He aquí entonces la triple interpretación de este signo, en las categorías de señal, signo y símbolo. El símbolo es asimilado como una sensación, una experiencia; no como una mera intelección. En realidad el símbolo de la espiral, en su forma más pura, alejada por supuesto de los estados alucinatorios, expresa el desarrollo centrífugo y centrípeto; teniendo un centro, que es el centro de la espiral misma, y la trayectoria del objeto atraído o expelido, que es la curva de la espiral, indicando que el camino más directo hacia el centro de las cosas no es una línea recta. Representa también el estado de constante transformación de las cosas, haciendo referencia al concepto de ying-yang. Cuando
un símbolo es interpretado con prevalecencia del hemisferio izquierdo,
sólo se atenderá a su forma y estética; en cómo
afecta emocionalmente su percepción: si luce bonito, o qué
efecto o impresión causa, qué emociones despierta. Incluso
habrá una tendencia a resaltar sus trazos, estética, hallando
en ellos un falso -y quizá hasta grotesco- sentido misticoide,
atribuyendo al símbolo de una irradiación imaginaria,
resultado de ansiedades, espectativas, deseos e imaginación,
sostenida con frecuencia por incompleta, tendenciosa y parcializada
información de contenido misticoide. La palabra estética es adecuada para describir la situación: viene del griego aistesis, que significa "reacción, tipo de respuesta provocada". Si los aspectos puramente intelectivos presentes y evidenciados en el símbolo son percibidos por el hemisferio derecho, serán inmediatamente desechados; no hay 'emoción' para extraer de ellos: se dice, por ejemplo: tiene demasiada geometría, o es algo muy frío. En verdad el diseño de todo símbolo está fundamentado en la geometría: en el punto, la línea, la curva, la espiral, la simetría y proporción. La geometría es el alma del símbolo. En algunas ocasiones será geométricamente puro; en otros su geometría será una estructura subyacente, oculta por trazos más libres o por ornamentación. En otros su geometría será de naturaleza conceptual. Pero en el símbolo no hay tal cosa como trazos "azarosos" sin fundamento funcional, producidos por lo que los amantes de los arrebatos emocionales llamarían "inspiración"; aunque esto no sea en realidad inspiración, sino inestabilidad e ignorancia emocional, percepción unilateral. Ciertamente
existe inspiración en el símbolo, pero no surge de la
animalidad del propio intérprete, sino de una fuente de orden
superior. Lo único que puede hacer el intérprete es estar
armonizado, cerebralmente dispuesto para sintonizar con un orden de
ideas intelectiva y emocionalmente elevado, e incluso suprahumano. La interpretación del símbolo, necesaria para su aprovechamiento, conlleva la utilización de una capacidad extendida de la mente. En particular a la capacidad de intelección humana y de reconocimiento del mundo, el cual está basado en la percepción binocular de la vista. Así como para ver los objetos y localizarlos en el espacio nos ayudamos de la visión binocular, extendemos esta capacidad a la intelectualización, en donde cotejamos, discriminamos, comparamos los hechos de la vida a partir de la superposición de ideas ligeramente diferentes, de diferentes puntos de vista, fusionándolas para obtener un mejor panorama. No son extremadamente diferentes, pues al igual que la disposición de nuestros ojos no es extrema sino que están ligeramente separados en nuestro rostro, así también el juego de opuestos a consecuencia de tanta amplitud necesaria de miras resulta en este esquema de pensamiento totalmente irreconciliable entre las partes, quedando en eso: oposición. El símbolo, al ser interpretado correctamente, eleva esta capacidad de la mente a un nivel cualitativamente superior, pues su interpretación no puede ser dada en términos puramente ideológicos, o sentimentalistas, es decir unilaterales; sino mediante la acción combinada de los hemisferios, dando lugar a una percepción e intelección estereocerebral. Imaginemos ambos hemisferios cerebrales: cada uno tiene un modo de procesar una misma información de una manera muy propia: el derecho el aspecto intelectivo-asociativo-memoria, el izquierdo el emotivo-creativo-perceptivosomático. Ahora, en condiciones en que una cultura fomentase el desarrollo equilibrado del cerebro, cada hemisferio debería de haber recibido el entrenamiento adecuado para extender parte de sus neuronas (Se ha comprobado que las neuronas extienden sus ramificaciones, y se interrelacionan rápidamente en término de días o semanas con otras neuronas si es necesario desarrollar una nueva destreza) hacia el otro hemisferio, como se extiende una ramificación lateral de un árbol. Ahora, cada hemisferio seguiría pensado en sus propios términos, pero no está aislado: puede enterarse de qué piensa el otro lado, interpretando en su propio "idioma" los procesos que el vecino elaboró: el izquierdo por ejemplo, percibirá las emociones que procesa el derecho, pero las codificará en su versión "intelectiva" y el derecho percibirá lo "intelectivo" y lo codificará en su versión "perceptivo-emocional"; a la vez que cada hemisferio se apercibe de cómo el otro ve sus propios pensamientos; lo cual es un rizoma, un rulo rizado en sí mismo; dando lugar entonces a las emociones inteligentes y a la inteligencia emocional. A su vez, esta doble percepción combinada es vuelta a fusionar para dar lugar a un pensamiento unificado, proceso que probablemente se desarrolle en lo más interno del cerebro, en un centro neural o locus que administre eficazmente todo esto, y que en mi opinión está ubicado en el núcleo del cuerpo calloso. Es posible ir un paso más allá: no ya mediante la superposición de ideas y sensaciones, sino mediante la superposición de conjuntos enteros de conocimientos alojados en ambos hemisferios cerebrales los cuales albergan sobre una misma percepción interpretaciones o modulaciones de naturaleza independiente y complementaria, añadiendo una dimensión extra a lo percibido. Esta es la base de la contemplación, donde la percepción estereoscópica trabaja con conceptos complejos, y no con imágenes congeladas. En esto la escritura china lleva una gran ventaja, pues sus ideogramas están organizados mediante el manejo de conceptos, que al ser combinados dan origen a otros, que son derivaciones o mutaciones de éstos, o bien más abarcativos. Desde el punto de vista tradicional hay referencias a esta capacidad extendida. En el yoga, el séptimo chakra es llamado Sahasrara Chakra (en sánscrito: Rueda de mil rayos) se le ubica en lo más interno del cerebro; afirman que cuando está desarrollado, extiende sus ramificaciones a todo el cerebro como un árbol. Implica el pináculo de la perfección humana. En la tradición Sufi, existe idéntico concepto, al cual se lo llama Jafi o Ajfi (en árabe: Secreto Arcano o Profundamente Oculto). Idénticamente, el Jafi se corresponde con la última etapa del progreso y perfeccionamiento de la psiquis del hombre. Cabría agregar que un sinónimo de Jafi es Gain, el cual quiere decir secreto arcano, milésimo arquetipo, última letra del alfabeto y mil. Precisamente, la misma idea que el término sánscrito. Y
hablando de números y de la matemática, es cosa corriente
hablar de los 'símbolos' matemáticos. Pero ¿Se
trata de símbolos o, en cambio, de signos matemáticos
según los conceptos de este libro? Tomemos por ejemplo los números que utilizamos de cotidiano, y nuestro sistema de numeración decimal. El método de contar de a diez se deriva directamente de contar con diez dedos en las manos. Los hindúes conocieron -y quizá crearon- el sistema de numeración decimal y posicional, es decir que se cuenta con diez grafemas básicos para diez números el cual incluye el cero (notación decimal), los cuales tienen un valor determinado según la posición que ocupan en una cifra (notación posicional decimal). Los hindúes diseñaron una grafía exclusiva para ellos pues en su nación existían una gran cantidad de alfabetos, y no se podían utilizar las letras como sustitutivas de números al asignarle un valor convencionalmente admitido. Varios siglos más tarde, los árabes tomaron conocimiento ellos a través de compendios astronómicos hindúes llamados Siddhantas, y de inmediato los adoptaron. Al Qifti (s. XII) narra (14) que un astrónomo hindú muy versado en el método siddhanta para el cálculo de movimientos de cuerpos celestes, se presentó ante el Califa al Mansur (aprox. 776 DC) y le entregó un libro que contenía estos trabajos. Se conjetura que probablemente el trabajo presentado haya sido el de Brahmagupta titulado Brahmaguptasiddhanta (15), compilado en el 628. El primer texto árabe que explicó las bases del sistema de numeración hindú fue el de al Juarizmi (16) (de aquí el origen de las palabras algoritmo y guarismo) titulado Hisab al-jabr w'al-muqabala (algo así como Cálculo de Generaciones y Pasaje de Términos, hoy día conocido en español como Suma y Resta de la Matemática Hindú) el cual explica detalladamente las reglas numéricas y aritméticas, las operaciones básicas, cálculo y solución de ecuaciones y métodos de simplificación, e incluye el desarrollo del binomio de Newton... varios siglos antes de que naciera Newton. Aunque adoptaron el sistema, el grafismo de los números fue cambiando, rediseñándose; es llamativo que no adoptaran para su propio uso su última apariencia, pues siguieron utilizando una grafía próxima a la hindú; la definitiva grafía fue adoptada por occidente al ser divulgada por Adelardo de Bath, que tradujo el libro de Al Juarizmi cuyo título latinizó por el de Algoritmi de Numero Indorum; y por Fibonacci , mediante su libro Liber Abacci. Aunque su uso generalizado en Europa se demoró hasta el siglo XV, es así como hasta nosotros han llegado como números hindoarábigos. Titus Burkhardt descubrió qué significado escondían los grafismos de los números del 1 al 0 (cero). El
sistema está basado en la cantidad de ángulos formados
por un grafema. Al número 1 le corresponde un ángulo,
al 2 dos, y así sucesivamente; el cero es representado como un
círculo, pues carece de ángulos: |
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(14) Chronology of the Scholars, según School of Mathematics and Statistics, University of St. Andrews, Scotland. |
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(15) Este libro, además de tratar sobre eclipses solares y lunares, posiciones y conjunciones planetarias, explica detalladamente la función del cero, el sistema de numeración decimal, la existencia de números positivos y negativos, métodos de cálculo de productos, solución de ecuaciones de segundo grado y las del tipo ax2 + c = y2 , incluyendo ejercicios prácticos. | |||||||
(16) Abu Yafar Ibn Musa al Juarizmi (aprox. 780, Bagdad; 850) considerado uno de los más grandes matemáticos de su tiempo, y de la historia, su trabajo influyó directamente en el desarrollo en la ciencia en Europa. | |||||||
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En este método de significación, evidentemente se usó el signo como signo; pues su significación está referida a la naturaleza misma de su concepción; es evidente que su diseño obedeció a la intención de que fuera inteligible para cualquiera, incluso si no sabía qué valor asignado tenía por convención; consideremos que en esos tiempos los viajes eran largos y peligrosos, quizá un libro demoraba años en llegar a destino, y quizá su portador moría en el camino; un poco de razonamiento serviría para adivinar los valores. Se trata de signos icónicos e intuíbles. Aquí se puede admirar la habilidad y perspicacia de los antiguos para transmitir un esquema de ideas. Si su alcance interpretativo queda reducido a la naturaleza misma de su grafía, no se trata de símbolos, sino de signos matemáticos. Si supera su misma significación, se trata de símbolos. Tenemos que el cero sí es un símbolo. El nombre que recibía en sánscrito y árabe era idéntico: sifr, (de aquí deriva el término cifra) y que en ambas lenguas significa 'vacío', y que representaba, además, el concepto del absoluto inmanifestado, es decir el concepto cosmogónico del absoluto, antes de ser causa de nada. El signo de la suma + también es un símbolo: es la conjunción de dos gráficos opuestos: la barra vertical | y la horizontal - símbolos de los principios femenino-masculino; día-noche, es decir la suma de los opuestos. Esta interpretación sí trasciende la interpretación misma del grafema, para hacer una referencia metafórica. Puede ser leído como señal (sume esto con aquello) como signo (concepto matemático de la operación de suma) y como símbolo (el concepto de convivencia de opuestos). Aquí vemos que un signo, es decir: una grafía o imago cargado de una cierta significación, será interpretado como señal, signo o símbolo según el contexto o marco conceptual o podríamos llamarlo también marco de referencia, en donde sea considerado; marco que es determinado por los procesos intelectivos implicados según sean de naturaleza más o menos abarcante. Para este caso es: como un acto (sume esto con aquello), como entidad (concepto matemático de operación suma); o como realidad arquetípica (concepto de convivencia de opuestos). Por tanto, todas las notaciones matemáticas son señales pues formulan actos a seguir; también son signos, desde el punto de vista de ser considerados como elementos de notación matemática; y de entre ellos algunos son símbolos, esto desde el punto de vista de su seidad y simbolismo metafórico. Podemos llegar a la conclusión que la distinción entre señal, signo y símbolo depende de las capacidades intelectivas en juego por parte del interpretante. Es una cuestión de habilidad y sutileza perceptiva, inteligencia y comprensión. Y debido al origen del símbolo y a la naturaleza humana, junto con el estudio de la realidad del símbolo es necesario analizar la naturaleza de la percepción, en el capítulo 6.
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